La sonrisa debería ser obligatoria. Que no faltara nunca. Que se
sobrepusiera a cualquier situación y siempre tuviéramos la fuerza suficiente
para dibujarla en nuestra cara. Que nos la pudiéramos tatuar, igual que hacemos
con dibujos insignificantes, o ponérnosla como hacemos con la ropa todos los
días.
Tristemente, hay situaciones que superan
las circunstancias y se borra, hasta ahí, llegamos todos. Pero, ¿recuerdan esa
frase que dice "El problema no es el problema sino lo actitud que tomas ante él?
¿Son conscientes de todas las cosas que pueden dibujar la curva de la felicidad
en ese espacio entre la nariz y la barbilla?
La semana pasada se celebraba el Día de la
Infancia y a mí me hizo reflexionar: mi sonrisa está directamente relacionada
con un mocoso que, cuantas más maldades hace, más me gana. Pero no es lo
único.
Sonreímos al ver a quien tenemos lejos,
cuando conseguimos abrazar a esa persona que llevas semanas, o incluso meses
sin poder mirar a los ojos. Sonreímos con la victoria in extremis de nuestro equipo. También al recordar
momentos felices, aunque ahora sean simplemente eso, recuerdos, acontecimientos
del pasado que quién sabe si volverán.
Enseñamos los dientes, de buena manera,
cuando nuestra abuela enferma empieza a mostrar algún síntoma de recuperación,
cuando tus amigos deciden casarse y al ser informados de que alguien muy
querido va a ser papá. Al encontrar trabajo, en esta época en la que es una
misión casi imposible, al recibir un 'Me gusta' en Facebook que esa persona que
te quita el sueño.
Lo hacemos al volver a casa, oír el ruido
del mar, y oler la comida de esa madre que no sale de la cocina. Cuando recibes
una llamada inesperada, cuando consigues una de esas metas que, aunque al de al
lado le parezcan insignificantes, para ti es como escalar el Everest.
Atravesamos una época en la que las razones para llorar o estar de
mal humor son incontables. Pero eso no arregla nada. No se solucionan nuestros problemas
con malas caras, tampoco cobramos más a fin de mes si nos quejamos 15 horas al
día.
La sonrisa de cada uno tiene un precio, cuesta algo que no siempre
se puede pagar con dinero. Pero para hacer frente a ese ‘coste’ tenemos miles de razones, y parece que las
estamos olvidando. Tengámoslas presentes.
Feliz semana y… ¡barra
libre de sonrisas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario