lunes, 18 de marzo de 2013

Amor. Periodismo.


“Porque hay dos tipos de hombres: los que se conectan y los que no. Los primeros son como los micrófonos antiguos con cable, de esos que necesitan acoplarse a la cámara y ¡clac!, ahí está el personaje siempre en pantalla, alerta y cerca para cuando lo necesitas. Pero la gran mayoría son como los micros inalámbricos, de esos que funcionan con pilas. A veces los ves frente a la cámara, a veces, muchas, desaparecen por un tiempo indeterminado para reaparecer por sorpresa frente al objetivo, como si siempre hubieran pretendido estar ahí. Controlan los tiempos, tardan horas en responder a un mensaje, tienen varios amantes que intuyes, pero nunca verás. Evitan hablarte de su pasado y de sus sentimientos, cuanta menos información mejor, y pasan del amor al olvido en décimas de segundo. ¿Entrará Kay en esa tipología?”

Amor y periodismo. De eso trata la novela “La kamikaze”, de Mayte Carrasco. De escenas amorosas a  intrépidos intentos de supervivencia va esta obra que, publicada el año pasado, narra unos hechos duros a la vez que apasionantes. Mitad realidad, mitad ficción. Escrito por una verdadera reportera de guerra más que por una "juntaletras". 


La historia de Yulia, una reportera freelance que se encuentra en Afganistán, nos enseña a valorar las pequeñas cosas que tenemos y nos recuerda, a estos que nos gusta la búsqueda de información, que existen límites que debemos decidir si franquear o no. “Ninguna noticia vale tu vida”, se recuerda la periodista.

 Como si de una película se tratase, esta novela nos muestra la dureza de Kabul y nos hace reflexionar sobre los males que tan a la orden del día están: diplomáticos mafiosos, corruptos, espías…

Me permito hoy recomendársela a todos aquellos que gusten de pasar páginas sin cesar, de no poder parar de leer. Tan solo 257 páginas capaces de sacarnos la mejor de nuestras sonrisas identificándonos con una historia de amor o entristecernos con la muerte de un niño a mano de los escuadrones de la muerte.

“Ahí sonrío, al menos un té. El abuelo hace un gesto y nos invita a entrar en su casa. Algo sacaré de información, me digo, sintiéndome un poco culpable por mi impaciencia. Al fin y al cabo en esto consiste el periodismo real, en hablar con al gente, compartir su tiempo y observar su vida y sus costumbres, Yulia”

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