Allá por 1975, la Organización de las Naciones Unidas
decidió nombrar este día, el 8 de marzo, como el Día Internacional de la mujer trabajadora, para reconocer
así sus derechos y homenajear a aquellas obreras que luchaban por la justicia e
igualdad.
Hoy, en pleno siglo XXI, seguimos celebrando este día para
admirando la labor de aquellas, que además de madres y amas de casa, tienen un
empleo como sus maridos o hijos. Y no fallan en ninguna de sus tareas. Bajo mi
punto de vista, que se tenga que seguir celebrando este día es un poco triste.
Y es que, nos guste o no, ya estamos haciendo una discriminación. ¿Acaso existe
el día del hombre trabajador? ¿Se les reconoce a ellos su labor? ¿O es que los
otros 364 días son suyos?
El motivo de todo esto es que la igualdad real aún no la
hemos conseguido. Se va lentamente a más. Todas (o casi todas) pueden trabajar,
pero las condiciones en las que lo hacen no son las mismas que los hombres.
De la cuenta @APM (Asociación de Prensa de Madrid) extraemos
hoy algunos datos:
- El paro de las
mujeres periodistas casi duplica (64 %) al de los hombres periodistas (36 %)
-Hombres y mujeres
acceden por igual a la profesión, pero el % de los 1os primeros como directivos
triplica al de las mujeres
Y es que no se trata de ser mujer o ser hombre, sino de
hacer bien nuestro trabajo (ya seas periodista o veterinario). No tiene por qué
haber un 50% de cada sexo en una plantilla, sino gente competente que saque el
trabajo adelante. El problema es que, los que valen, para algunos, como
demuestran las cifras, siempre son los mismos.
Esta bien que se nos reconozca, que se de valor a la muchas
veces impresionante labor que la mujer realiza. Que no se nos olvide que todos
valemos por igual. Pero que no se nos olvide nunca, no sólo hoy. Que se
destaque el valor de quien vale y se ayude a aquellos a los que les cuesta más,
independientemente de su sexo.
El
motivo de celebración, el verdadero triunfo, debería ser que no tuviésemos que
tener un día de la mujer.
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