Inercia. Así fue como ganó el Tenerife el partido que esta
mañana le enfrentaba contra el Ourense. Y es que, cuando las cosas tienen que
salir bien, salen. Ya pasó en el partido del Marino en casa, no corriendo la misma suerte en Vallecas hace tan sólo siete días.
Salvando las distancias, este equipo recuerda a ese Madrid que
siempre suma aunque juegue mal. Que cualquier jugada sentencia al adversario,
el que resuelve cada partido en el momento menos esperado.
Y eso, yendo por delante que yo no estuve hoy en el
Heliodoro por motivos geográficos (aunque me acompañaron la radio, las crónicas
y los resúmenes televisivos), fue lo que pasó esta mañana.
Mientras un total de 8035
personas bostezaban en la fortaleza blanquiazul, una pésima primera parte y
una no grandiosa segunda pasaban ante sus ojos. Ya lo dijo Guillem: los delanteros
van por rachas. A veces no la metes ni queriendo y otras entra hasta
sin querer. Perfecta definición de lo que los chicharreros vivieron hace unas
horas.
El juego del Tenerife brilló por su ausencia y solo el
acierto de Salvatore Martí, como lo
apodó el amigo Óscar Herrera nada más entrar (y con total acierto) hizo que nos
mantengamos una semana más en lo alto de
la tabla. Todo esto además, acompañado del previsible debate que se desatará
esta semana sobre la titularidad del delantero de Vecindario, un Aridane que en
las últimas jornadas no está del todo fino a pesar de que Cervera siga considerándole
imprescindible.
Foto www.clubdeportivotenerife.es |
A eso me quiero referir con inercia. No se le puede quitar mérito
al partido de Jesús Álvaro, a las pocas buenas sensaciones que dejó Ochoa ni a la
revolución que supuso la entrada del pequeño
Ayoze Pérez. Pero se gana porque se tiene que ganar, porque somos mejores que
los rivales (como dijo Luisito en rueda de prensa), porque parece que ésta es
una de esas temporadas en las que los puntos se quedan contigo aunque no te lo
merezcas. Como diríamos, coloquialmente, el
Tenerife tiene una flor en el culo. Y esperemos que no se vaya.
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